jueves, 28 de febrero de 2013

"El árbol de la humanidad"


Cuando el árbol nació no era más que una planta raquítica y mísera, destinada a morir 

por la ley de la vida. Pero el mundo pudo ver como aquella pequeña planta crecía y

luchaba por sobrevivir para asombro de la propia naturaleza. Cuando fue algo mayor los 

pájaros empezaron a revolotear en torno a él. Algunos construyeron allí sus nidos.

Definitivamente no era un árbol cualquiera, ni de ninguna especie que hubiera existido

ni que, probablemente, existirá jamás.

Una noche, se desató una tormenta terrible. Se oían los truenos, se veían relámpagos por

doquier y caía un fuerte chaparrón. Entonces fue cuando un rayo cayó sobre algunas de

las ramas del árbol. Éstas prendieron, avivando un fuego cálido en la gélida noche.

Unos hombres, de los que hoy en día llamamos prehistóricos, que habían estado

observando con curiosidad las llamas, se acercaron y arrancaron con cuidado las ramas

prendidas, llevándose consigo la fuente de calor que tanto les impresionaba.

Pasaron muchos años y un pequeño grupo de humanos se asentó no demasiado lejos de

donde se encontraba el árbol. El poblado fue creciendo poco a poco. A veces, cerca de

un árbol vecino, por la noche, un anciano contaba historias preciosas y llenas de

conocimiento y sabiduría, a unos niños sentados alrededor del fuego entre risas y

lágrimas.

Había un joven pastor que llevaba a pastar a su rebaño al prado cerca de la aldea. Todos

los días se sentaba tranquilamente a la sombra del árbol, y éste le daba cobijo. Con el

tiempo se estableció un vínculo especial entre ellos. El árbol vio convertirse al joven

pastor en muchacho y seguir creciendo hasta convertirse en hombre y envejecer hasta

ser un anciano. Hasta que un día no volvió a cobijarse a la sombra del árbol.

El poblado siguió creciendo, pero nunca llegó ha estar muy cerca del árbol.

Una vez una muchacha se le acercó. Era joven y muy bella. Estuvo toda la tarde sentada

apoyada en su tronco, hasta que finalmente se alejó. Pero volvió sobre sus pasos para

escribir en su corteza, con un carbón, el nombre de dos enamorados.

En lo alto del horizonte, el árbol vio el duro trabajo de los hombres para construir un

castillo y una fuerte muralla. Lo hacían con precisión y tardaron varios años, pero el

resultado era digno de ser admirado. También construyeron una ermita al borde del

bosque, donde los inofensivos monjes no causaban ningún daño a la naturaleza.

El destino quiso que un día, bajo la luz del sol matutino, se pudiera ver como el castillo

ardía. Los ambiciosos humanos ya habían formado sus enormes ejércitos de caballeros y

soldados.

Cuando el sol estuvo alto, pudo ver el humo gris del fuego apagado gracias a toda la

gente que vivía cerca.

Con el tiempo, los hombres decidieron elevar un nuevo edificio. Con torres elevadas

hasta el cielo, arcos y grandes vidrieras, el templo religioso se construyó de manera que

fue el edificio más alto de todos.

Mucho más tarde se construyó la primera fábrica y las vías del tren pasaban por la

ciudad. El ambiente antes tan puro se ensució y los lamentos y protestas del bosque se

perdieron en el viento.

Los habitantes de la ciudad tardaron algún tiempo en restaurar el castillo y la ermita, y

más tarde, la iglesia. Mucha gente visitaba estos monumentos y la ciudad se enriqueció.

El tren de vapor no tardó demasiado en quedar en desuso, dejando paso a uno más

moderno. Las viejas fábricas fueron sustituidas por otras nuevas.

Pero el crecimiento de la población hizo que muchos animales tuvieran que emigrar al

corazón del bosque. Las aguas del río antes frescas, limpias y cristalinas, volvieron

turbias y oscuras. El aire, al principio puro, y que poco a poco se había ido ensuciando,

era escaso para el árbol y el resto de sus compañeros.

En el crepúsculo de un día cualquiera, sin apenas importancia, el árbol, resignándose a

morir, contempló por última vez el paisaje, para notar después como se le escapaba la

vida mientras la lluvia ácida caía sobre el lugar.

Bienvenidos al siglo XXI.

No hay comentarios:

Publicar un comentario